Encontrándome un cachorro. [Priv. Anwar]

Estaba tumbada en los jardines, pensando en todo un poco, bueno realmente pensando en las palabras que el pequeño cachorrito me había dicho; yo solo me había estado metiendo con él y con colmillitos todo el rato, no me esperaba que Anwar fuese a decir eso de mi, que le gustaba...
Sabía que no era ese tipo de "gustar" amoroso, ni si quiera sexual, no podía esperar eso del pequeño y lo tenía claro. Sin embargo, la sensación de agradarle a alguien, sin haber hecho nada más que incordiar...me sentía un poco avergonzada, mis mejillas se habían puesto rojas cuando le oí decirlo, incluso ahora se me sonrojaban de pensarlo. Maldito cachorrito...
Lo peor era que el chico no me disgustaba, no era mi tipo, supongo, pero no quería dejar de tenerle cerca aunque Santiago no me fuese a dejar ponerle un dedo encima.
Sonreí al recordar que le había robado su primer beso y que con eso ya debería de darme con un canto en los dientes, sobre todo contando con lo lento que era el pobre para esas cosas...Me gustaba, no podía negarlo y por primera vez la palabra "gustar" también tenía otros significados para mi.
A pesar de eso no me gustaba la idea, confiar en alguien no era bueno, siempre vas a ser engañado por los demás, no hay nadie que sea sincero, porque a la gente le asusta la verdad...por eso me gustaba mantenerme alejada, no quería que nadie me usase...por eso siempre era yo quien utilizaba a los demás.

De nuevo, aquella noche, había sufrido la transformación en lobo. Incluso creía que la segunda vez había sido más dolorosa, perdiendo el control y consiguiendo escapar del agarre de Santiago para que no huyese, embistiendo contra la puerta, la cual cedió enseguida, con una facilidad muy extraña.
Tras correr tiempo indefinido y siguiéndose por su olfato, el animal consiguió salir bajo la luz de la luna, aullando al sentir la brisa fría sobre su pelaje color bronce. Aguardó a oír algún tipo de respuesta, pero no llegó, estaba claro, aquella segunda noche la bestia la pasaría sola. Gruñó guturalmente, rascando el suelo con una de sus patas delanteras. Anwar no era consciente de nada de lo que hacía, podía decirse que su alma estaba dormida y que el lobo hacía lo que quisiese con él... en las clases de Transformaciones iban a ayudarlo a controlarlo... Pero estaba claro que aún le quedaba un gran camino por delante

Escuché el aullido y di un pequeño salto, no sabía que había lobos por esta zona, no porque me asustasen o algo así, me gustaban los animales, siempre me habían gustado, pero molestar a un lobo en su territorio solía ser malo.
A pesar de todo no me importaba, ¿qué tipos de lobos habría por ahí? Quería curiosear, por lo que me levanté y comencé a caminar por el bosque tranquilamente, buscando al lobito, me acordé entonces del cachorro, parecía que ese aullido había contestado a mis pensamientos, como si Anwar me escuchase.
Reí, aquello era estúpido, cómo iba a escucharme el cachorro, y menos estando tan lejos de él. Al fin entre la espesura conseguí ver algo, un lobo bastante más grande de lo normal, con el pelaje del color del bronce, lo observé en silencio, era precioso.

Aún haciendo algunos pequeños ruidos de garganta, como acostumbrándose a su nueva forma, olfateó el ambiente y luego acercó el hocico al suelo. Allí había alguien, no había duda, el olor era fuerte y claro, así que se colocó en una posición defensiva, mirando a su alrededor con las orejas alzadas, atentas a cualquier ruido.
Los ojos, con un extraño brillo verdoso observaban con detenimiento todo lo que se encontraba a su alrededor, algo aturdido, aún le costaba desplazarse sobre las cuatro patas. Cuando trató de retroceder hasta los arbustos, una pata trasera falló, quedando sentado en el suelo.
Bueno, desde aquella perspectiva también podía estar atento.

Me moví en dirección hacía el lobo cuando vi que le fallaba la pata, preocupada, haciendo ruido sin querer al pisar varias ramas sin cuidado alguno. Me mordí el labio preocupada, seguramente el lobo me había oído y sabía ya mi posición, así que me daba lo mismo mostrarme que no, por lo que salí de entre los arbustos y me acerqué a él, al menos sabría si se había herido la pata de verdad.
Me acerqué despacio, no quería asustarle ni hacerle enfadar, podría ser peligroso para ambos, ya que si había que luchar lucharía y no me gustaba quemar animales.

Al verla salir entre los árboles se echó hacia delante, dolando las patas delanteras y gruñendo con fuerza, levantando la cola. A saber qué parecía mas, un lobo o un gato preparado para cazar al ratón.
Ladró con fuerza cuando se acercó, retrocediendo hasta los arbustos para meterse casi por completo, no se atrevía a meterse más por la oscuridad que había al otro lado y, como se había comprobado, al lobo al cual se convertía también le daba miedo la oscuridad completa.
Al menos allí había un rayo de luz de luna que alumbraba algo.

Retrocedí un poco y me senté allí mismo, a la vista de él, tal vez si veía que no quería hacerle daño no se asustaría, me quedé mirándole, sonriendo un poco de forma tranquilizadora.
-Solo quiero ver si te has caído por tener la pata herida...no voy a hacerte daño...-susurré, sabía que podía oírme, los animales tienen buen oído.
Me quedé mirándolo, el pelaje era algo largo y su color llamaba la atención, aunque puede que lo que más me interesasen fuesen sus ojos, no los podía ver a la perfección desde tan lejos, pero me resultaban familiares.
-Estoy sola y no voy a atacarte...-volví a murmurar sin saber si serviría de algo o no, si simplemente estaba hablando sola.

Continuó gruñendo varios minutos, hasta que se animó a sacar la cabeza del todo, acercándose con torpeza a la chica, ya sin hacer ruidos extraños que le decían que se marchase. A´´un a una distancia prudente, ladeó la cabeza, sentado sobre sus cuartos traseros, moviendo levemente las orejas, atento: no quería parecer demasiado confiado, pero no le parecía peligrosa.

Lentamente, tras varios minutos de espera, se decidió a acercarse, con la cabeza gacha y se echó a su lado en completo silencio, cerrando los ojos color esmeralda. Respiraba de forma entrecortada, aún le dolía algunas partes del cuerpo por la transformación.

Sonreí un poco al ver que aquello funcionaba y mis mejillas se sonrojaron de la emoción.
Se acercaba lentamente, con la cabeza gacha, extendí la mano hacia él, para que se adaptase a mi olor sin forzarle y le miré cuando se tumbó a mi lado, parecía cansado o como si le doliese algo.
-¿Estas herido?-yo y mis intentos de hablar con los animales, no estaba segura de cuanto contacto me permitiría aquel lobo así que acerqué lentamente la mano hacia su cabeza, si hacía algo mal el lobo se echaría sobre mi y una vez encima mía sería difícil salir ilesa.
No supe si continuar o no, ¿qué pasaría si le acariciaba? Para mi era una simple caricia, pero el animal podría interpretar mi mano alzada como una amenaza.

Respiraba con algo de fuerza mientras estaba tumbado, lanzando de ver en cuando leves gruñidos, mas que nada por estar incómodo en su propio cuerpo. De vez en cuando era consciente de lo que le rodeaba el propio Anwar, hasta hubo momento en el cual se levantó de golpe y lanzó un ladrido ahogado.
Temblando para agacharse de nuevo cuando volvió la mentalidad del lobo, el cual movió torpemente una pata, viendo que tenia algo clavada en ella. Agachó las orejas, lanzando un pequeño gemido, intentando quitarla.

Miré al lobo preocupada, parecía nervioso y dolorido, aparte de los aspavientos extraños que le daban, como si tuviese un conflicto interno. Le vi frotar la pata contra el suelo ahogando algún gimoteo doloroso e intenté ver el motivo. En la pezuña había clavada una gran astilla, seguramente alguna rama de un árbol, parecía bastante doloroso.
-Si no te mueves te lo curaré...-murmuré en el tono más suave que puse, acercándome a su pata con cuidado hasta colocar mi mano sobre ella, no me daba miedo que me atacase, pero si se movía violentamente se lastimaría más, y no me gustaba ver sufrir a un animal, tal vez eso era parte de mi vida de ángel que aún no se había esfumado.
Levanté la pata con cuidado y la coloqué sobre mi pierna mientras agarraba con una mano la zarpa y con la otra el palo.
-Esto te va a doler, cachorro...-murmuré, me había salido solo el llamarle como a Anwar, realmente me recordaba a él. Sin pensarlo más tiré con fuerza de la madera, arrancándola de la pata.