Intento mostrar "amistad" [ Privado Jio]

Todos los días eran igual: Se levantaba de buena madrugada, hacía sus estiramientos mientras practicaba latín de memoria y poco después ejercitaba su agilidad y sus músculos para no quedarse flojo. Debía ser el mejor exorcista de su familia. El único y genuino. ¡Ningún otro debía sobrepasarlo!. ¡Jamás!.

Así pues, mientras se aburría en el instituto, entró y salió de entre las clases más cercanas, curioseando con total libertad y con cierto intento de distraer su aburrimiento.

Finalmente, decidió quedarse en la zona del laboratorio, puesto que al exorcista le pareció una zona muy interesante y lleno de cosas que podrían explotar. Precisamente, su magia no era nada parecido a las explosiones que podrían ocasionar las bombas atómitas; pero si podía hacer explotar el cuerpo de criaturas bañadas en la oscuridad. Criaturas horrendas como vampiros, licántropos... cosas malformadas de la naturaleza...aberraciones.

Jio tenía sin duda muchas ganas de liarla, de montar alguna travesura de las suyas, y hoy más que nunca, porque acababa de salir de clase y el profesor no le caía para nada bien, de hecho le había castigado y eso al chico de pelo bicolor no le gustaba para nada, asi que... ¿que mejor para vengarse que una buena broma a la antigua usanza? Para ello, pensó que lo mejor sería usar una de esas pociones magicas que había en el laboratorio.

Escogería una cualquiera que le sirviese para vengarse. Una poción que hacía crecer el pelo, una para cambiar de color a un objeto... ¿quien sabe la de cosas que podría esconder la estantería que había en esa aula?

Al llegar con disimulo abrió la puerta, y en el mas absoluto silencio entró. Pero al girarse y ver al chico que había dentro se asustó. Ya que no esperaba a nadie.
Hostias! joder que susto! Dijo al verle Quien eres tú? que haces aquí? lo que realmente quería preguntarle era "que haces aquí justo cuando quiero gastarle una broma a mi profe? vete que estorbas ¬¬" pero no, no lo dijo.

Totalmente ausente de cualquier sonido o ruido, el pelirrojo observaba con sus orbes cristalinos la cantidad de objetos que el habitáculo tenía entre sus cuatro paredes. Gran cantidad de material químico, perfecto para que cualquier idiota, un inmaduro o quizás alguien con muy malas intenciones intentara adentrarse en aquel mundo de elementos peligrosos y nocivos.

Al escuchar la puerta y las quejas del otro, se giró con tranquilidad y observó al otro con gente muy serio. Seguidamente, se cruzó de brazos y alzó un poco el mentón, mostrándose un poco orgulloso. A lo que añadió sin pelos en la lengua: - Eso a ti no te incumbe. Soy un profesor de este centro. Espetó con gran firmeza y sin que le temblase la voz.

Obviamente, estaba mintiendo, puesto que, como exorcista que es, debe guardar su verdadera identidad. Su raza no es precisamente muy gustosa a los ojos de otros, puesto que los exorcista, se encargan de eliminar completamente a las razas que ven peligrosas o completamente ofensivas. Él ya mató a muchos vampiros, licántropos y lamias. No le temblará la mano para atacar a aquel que intente hacerle daño o molestarlo con temas que puedan considerar completamente ofensivos.

Así pues, antes de que el otro dijese algo, se adelantó y dijo: - ¿Y tú que haces aquí? Los alumnos no pueden pisar el ala de química sin la supervisión de un profesor. Cualquier escusa que el otro le dijera la omitiría y si se negaba a responder, podría tomarse la justicia por su cuenta.
Aunque eso sí, siempre y cuando respetando el margen civil.

Al escucharlo decir que era un profesor, Jio levantó su ceja derecha y lo miró de arriba a abajo. No era superdotado ni tampoco observador, pero si que era un gran mentiroso y por tanto, las mentiras solía piyarlas con grandiosa facilidad.

Ya claro, profesor... y yo soy el jefe de estudios, lo que pasa es que se me olvidó comer vitaminas y no he crecido. Dijo burlandose de la mentira que había intentado hacerle creer. A mi no me la cuelas... Entró con toda la confianza del mundo tras cerrar la puerta, dispuesto a mirar con atención que frasquito coger, sin moverse aún demasiado del sitio. Bah, me dan igual los profes. Son todos unos amargados. Tssk... Dijo con su semblante pasota de siempre. Vengo a divertirme un rato. ¿Y tu? Le miró a los ojos y se rió. Jé... seguro que vienes a hacer más de lo mismo...

Era bastante suspicaz el enano... ¿cómo podía haberle pillado una mentira tan realista? A lo mejor era uno de esos mentirosos que mienten siempre y al fin de cuentas se las conocen todas. Pero, no podía entender ciertamente en que falló. Vestía con un traje y corbata, ya que no hicieron un traje de estudiante a su medida y encima llevaba su común maletín de bártulos de estudio. Quizás le falló la cara... Pero tenía una apariencia adulta y la marca de la barba de apenas unos días... ¿En que estaría errando tan tontamente?

Con un gesto de indiferencia y de pocos amigos, respondió ante el impertinente comentario. - Clasificar a la gente sin conocerla plenamente, te deja a ti como una mocoso inmaduro de primer año. ¿Me equivoco? Arqueó tranquilamente una ceja mientras su rostro seguía irrompible. Seguía estando tan serio como lo estuvo en un principio. ¿Qué se creía? ¿Qué le iba a dejar andar a sus anchas porqué sí? Si eso creía, iba listo.

Ante la risa y el comentario, tan solo se limitó a cruzarse de brazos. ¿Cuánto mediría? Parecía uno de esos pigmeos que aparecían en los libros de criaturas más enanas de mundo. Bueno, todo ha de decirse... Benjamin rozaba el 1'97 y no es que fuera un pino como quien dice... Sin embargo, el otro era taaaan bajo... ¿Sería mucho más joven que él? Mientras pensaba, en silencio, torció el gesto de su boca por una más gélida.
- Lo que hago yo, no te tiene que importar. Le espetó al menor mientras lo observaba el pelirrojo con poco interés. Este crío... no trama nada bueno. Puede olerlo por su intuición y leerlo en el tono que el otro le hablaba.

Cuando me dijo la primera frase, la sonrisa amplia que antes tenía estuvo a punto de borrarse de mi boca, de hecho tuve un pequeño tic en el ojo, porque la verdad, no me hizo gracia que acertase de lleno y me dejase mal.

Ehem... Me aclaré la garganta y mientras él no quiso decirme para qué estaba aquí. Seh, soy de primero pero no soy un mocoso ¬¬ Crucé los brazos algo orgulloso y lo miré a la cara. Claro, tenía que mirar hacia arriba porque el jodido chaval medía al menos casi dos metros.

Bueno, si no quieres decirmelo, muy bien, pero yo no pienso irme de aquí hasta que no consiga lo que quiero. Que no me das ningún miedo ¬¬ Quedaba algo patético que yo le dijese eso al chaval mirando hacia arriba, pero bah... yo como siempre, paso de todo :3

En ese momento, me aparté y fui directamente a fisgonear en las estanterías, subiéndome en una silla para mirar en los estantes altos. Debido a que no llevaba uniforme (si, yo era muy guay como para ponerme un traje aunque fuera obligatorio) mi bufanda roja se arrastraba hasta el suelo.

PD: Longitud de bufanda:

Spoiler:

- Por la forma que hablas: Descarada, igualitaria, ligeramente prepotente, ignorante de seriedad...el mejor término para denominarte serían mucho. Comentó sin perderle de vista, así que, sin importar si le prestaba atención o no añadió: - Se te puede tachar de : Mocoso, retaco, maleducado, primerizo, enano, descarriado, cabra loca...Podría tirarme todo el día definiéndote. Acotó.

Precisamente, Benjamin no era muy "amable" que digamos. Sus modales están muchas veces bajo la suela de sus zapatos y las bromas y aspamientos con sirven. Es más, no te hacen ninguna gracia.
Y como su puso, el chico no le hizo ningún caso. Pasó de él como si pasara un carro con bolsas de basura dentro; ni le importó siquiera que éste le mirara y observara con total tranquilidad como se acercaba hacia los estantes de los productos químicos.

- No tienes permiso para tocarlos. Sentenció, tirándolo de la bufanda para que se bajara de la silla y si hacía falta hacerle una jaula se la haría. Ni de coña iba a permitir que un mocoso con ideas locas lo mangoneara de manera chulesca y de paso se daría el lujo de imponer el "castigo" o broma que quisiera adherirle a algún profesor.